Es como si todo lo que se escucha -y lee- en América latina sobre el virus de la gripe porcina (H1N1) estuviese designado para alimentar el fuego de la alarma en las sociedades. Es llamativo el contraste que uno encuentra entre la prensa de los países industriales y la de esta región del mundo. Incluyendo los casos de Inglaterra y España -donde la nueva cepa se ha expandido con rapidez- hablan sobre el problema en tono bajo, excepción hecha de algunos tabloides ingleses que viven del horror, el sexo y los miedos públicos.Aquí es diferente hasta en lo que llega desde el exterior. Debe haberse tratado de una casualidad, pero en las 48 horas antes de que la directora general de la Organización Mundial de la Salud, doctora Margaret Chan, anunciara que su institución había decidido reconocer que el H1N1 alcanzó ya el nivel de pandemia -esto es una epidemia que se produce en diferentes continentes y países a un mismo tiempo- varios canales de cable incluyeron en su programación películas de ficción cuyos guiones describían pandemias.Este tipo de incentivos hace que los más escépticos duden de la existencia de la enfermedad y la atribuyan a una maniobra de las grandes empresas farmacéuticas. Hay ciertas experiencias que parecen avalar esta línea conspirativa: los mismos laboratorios fueron denunciados recientemente por conspirar con cierta prensa para desacreditar al "Prozac", un antidepresivo que hace no demasiado vendieron como droga casi milagrosa. ¿La razón? Hay que hacer lugar en los gabinetes hogareños a una nueva generación de productos, casi siempre más caros.No ayuda tampoco que la sensitiva cuestión de una pandemia se convierta en herramienta de lucha facciosa. En Estados Unidos, un comunicador de ultraderecha de gran popularidad, Rush Limbaugh, inició una campaña denunciando al virus porcino como "un invento de Barack Obama para encubrir su intento de llevar al país hacia una tiranía".Este es un enfoque peligroso, porque el virus está ya presente en 70 países y tiene más de 30.000 casos de infección, algo que es imposible de inventar, aunque solo poco más de un centenar de casos fatales. La pesadilla de quienes lo combaten -sobre todo infectólogos y virólogos- es la de una mutación de la cepa actual en otra que lo haga más peligroso y dañino y resistente a la medicación. Esto sería como los bautizados "superbichos", esto es las infecciones que hoy agobian a los hospitales por haberse vuelto resistentes a los medicamentos. Un ejemplo es el MRSA (Staphylococcus aureus) que cada año contagia a unas 90.000 personas cada año, de las cuales unos 19.000 mueren.Los historiadores y los memoriosos recuerdan la tragedia de la "gripe española" que en 1918 -después de la I Guerra Mundial- cobró unas 50 millones de vidas, pero ese dato suele ser presentado muchas veces sin explicar las diferencias médicas entre aquel entonces sin antibióticos y con radiología primitiva respecto de la del presente. Y también sobreviven los recuerdos de hace un par de años por la gripe aviar que aunque no se presentó como pandemia aun es seguida su evolución por la OMS.Es verdad que varios laboratorios están trabajando en una vacuna que podría estar lista entre agosto y setiembre, pero si el virus mutara antes invalidaría buena parte del esfuerzo científico. No hay, dicen los expertos casi con ironía, "vacunas de amplio espectro"; cada una debe ser diseñada para un virus en particular. La salvación en estos casos es a medida.El tema de las medidas sanitarias preventivas ha ocupado, naturalmente, el primer lugar, pero es hora de comenzar a hacer otros cálculos con los impactos potenciales del H1N1 y tomar algunas decisiones muy difíciles, La OMS pronosticó que la gripe porcina llegaría en diferentes "olas" durante los próximos tres años.Los públicos en riesgo que definió la OMS son los de siempre: aquellos con déficit alimentarios, los ancianos, los bebes, los pacientes con enfermedades cardiológicas y/o con diabetes, entre otros. Aunque la gripe porcina se mostró inicialmente con cierta vocación "democratizadora" eligiendo víctimas de buen poder adquisitivo (aquellos que son pasajeros de vuelos internacionales), es difícil que este sesgo se mantenga.Si el H1N1 se propagara más -lo que parece inevitable al menos durante el futuro cercano- habrá que estar preparado para que su costo en capacidad productiva disminuida se incorpore a esta etapa de vacas famélicas de la economía mundial. Como todos los grandes riesgos el H1N1 también presenta alguna gran oportunidad, la de cierto egoísmo iluminista. Como la crisis económica, insiste en recordarnos que todos vivimos bajo un mismo cielo y que de esto no hay escapatoria. Proteger al débil es protegerse a uno mismo también. Cualquiera puede decir que esa es una verdad de Perogrullo, pero lo cierto es que está visible desde hace tiempo y aun no la hemos aprendido. Quizá ahora no haya más remedio que aceptar la lección.
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